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La expectativa, en la lejanía, se ríe. Anticipar nunca sirvió de nada. El riesgo está en todas partes. Cayeron todos los planes y la adaptabilidad jugó malas pasadas. No, no es una oportunidad. No quiero romantizarla. Ni tampoco una calamidad. No es el fin del mundo –bueno, quizás un poco. Es una encrucijada histórica. Pero no es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor; la idealización es la pandemia del siglo XXI. Y de todos los anteriores. La sibila que pudo predecir esto, que lance la primera piedra -cuando podamos salir a la calle, contra el sistema. Solía ver documentales de pandemias. Ésta es una catástrofe para la que la Humanidad no estaba preparada. Algunas ya sabían que ésto pasaría. El devenir de las vicisitudes y la historia de las hormigas que lo vieron venir. El humano postmoderno de clase media-alta, el post-obrero, se da cuenta de lo indispensable: el vínculo, un techo, una cama, comida y wifi. Y mucho papel de váter. Que te devuelvan el dinero de esos vuelos que no podrás tomar. Vivir con menos cuando tienes tanto tiene tan poco mérito. Disciplina social. Cuidarse para cuidar de los demás. Dicen que quedarán secuelas. A mi me la suda el dinero. La escalada de violencia –vírica, médica, viral, policial- acontece apacible desde la cama. Veo árboles. Creo que he olvidado mi rutina. Espero no haber olvidado pedalear. Sentirse útil al producir; asimilar mi yugo en el engranaje. Mantenerse activa como premisa para salvaguardar la salud mental, que esconde pobremente -como maquillaje sobre un ojo morado- un intento desesperado de impedir el último golpe mortal a un capitalismo vetusto, tan débil que se infecta. Al que le puede una simple gripe. Vamos conociendo al adversario. El único abuelo que quiero que muera. Lo pintan de óbice, pero es un síntoma de su tabidez. Repleto de terénide, túmido en las entrañas. Caerá, pero lo hará dejando un reguero de víctimas. Mesticia por ellas, no por la yactura. Este virus lo paramos entre todas. Hay delfines en Barcelona. Han venido a burlarse. Trabajo desde casa, echo de menos la trinchera. Me distraigo. Olvido mi orden y objetivos. Juventud: Representáis fuerza, ilusión y esperanza. Ejercicio para cansarme y descansar de la pantalla. De repente ya son las 8 y la calle estalla. Aplaude. Me pregunto si lo hará cuando ésto acabe. De nosotras depende que ésto nos cambie para bien. Por hoy ya basta. Videollamada; os siento más cerca que nunca. Pero mi conexión a Internet es inestable -como yo. Y a veces me pierdo y no me entero de qué decís.
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